En el caso de que la persona fallecida tenga contratado un Seguro de Decesos, será la aseguradora quien se encargue del proceso de trámites, sepelio y costes incluidos en la póliza.

Si la persona fallecida no tiene contratado un Seguro de Decesos, los familiares son los encargados de realizar los primeros trámites.

• Si la muerte tiene lugar en el hospital, el difunto será llevado a la morgue del hospital hasta que la funeraria proceda con servicios funerarios contratados por la familia del fallecido. Es el médico del hospital quien certificará el fallecimiento y facilitará el certificado médico de defunción a la familia.

• Si la muerte tiene lugar en la residencia de ancianos, se procederá con el protocolo de defunción de la residencia. El médico de la residencia certificará el fallecimiento y facilitará el certificado médico de defunción a la familia.

• Si la muerte tiene lugar en el domicilio, se llamará al 112 para que un médico certifique la defunción y facilite a la familia el certificado médico de defunción. A continuación, se llamará a la compañía de seguros si tuviese contratado seguro de decesos, o sino a la funeraria elegida para organizar el traslado del difunto y su sepelio.

Es en este paso donde se procede a cumplir el certificado de últimas voluntades o los deseos de entierro de la persona fallecida. En el caso de no tenerlos la familia tendrá que decidir qué tipo de ceremonia fúnebre quiere dar al difunto.

Existen varias opciones, elegir velar a la persona antes de su entierro y optar por una ceremonia fúnebre religiosa o laica antes del entierro o la cremación.

Un funeral no sólo rinde homenaje a la persona que ha fallecido, sino que ayuda a cerrar el duelo de las personas que sufren la pérdida. El proceso del funeral ayuda a transitar por esas emociones de pérdida, compartir con la familia historias, escribir un homenaje o reunir fotos para el servicio del sepelio es tan importante como el funeral en sí.